14/04/2025 |Artículos de opinión , Proyectos Europeos, Sostenibilidad, Calidad e Innovación

El agroalimentario avanza en lo económico y ambiental, pero se estanca en la sostenibilidad social

Por Juan Sagarna, responsable de Sostenibilidad y Proyectos de Innovación en Cooperativas Agro-alimentarias de España.

El pasado 25 de marzo se presentó en la Universidad Politécnica de Madrid, la nueva edición del informe de Indicadores de Sostenibilidad del Sector Agroalimentario, elaborado por CEIGRAM y Cajamar. El documento, disponible en la Plataforma Tierra, muestra un sector que ha aprendido a producir más y mejor, cuidar el medio ambiente, pero que arrastra graves deficiencias sociales y estructurales que amenazan su futuro.

Como responsable de Sostenibilidad de Cooperativas Agro-alimentarias de España fui invitado a participar entre los panelistas que analizaron los resultados en directo.

Lo más interesante de este estudio es la amplitud de indicadores que abarca, cubren la sostenibilidad desde los aspectos económicos, sociales y medioambientales, y el análisis de tendencias que ejecuta. Para ello, utiliza una perspectiva histórica, en lugar de la comparativa año a año, evitando los sesgos que los momentos de crisis tanto económicas como productivas arrojan a veces sobre estos datos. En esta última edición se introducen además nuevos indicadores, como los relativos a las estructuras agrarias y gestión de riesgos en la parte económica, la titularidad de las explotaciones y el control de los antibióticos en la ganadería en la parte social, y finalmente los cambios de uso del suelo y las medidas de protección del mismo, como cubiertas y siembra directa en la parte medioambiental.

El informe demuestra la fortaleza del sector agroalimentario español. Los indicadores muestran crecimiento constante de los resultados económicos, con un incremento de la productividad, un saldo comercial favorable, y una mejora en los precios percibidos por los productores y las productoras. Estas buenas condiciones han permitido incrementar de forma relevante en los últimos años el salario medio anual que ha contribuido también a una reducción de la brecha salarial de género. Incluso el temido impacto del salario mínimo sobre el campo parece haberse amortiguado por la buena evolución general del sector. En lo referente al empleo se constata una disminución de personas dedicadas a la agricultura con desplazamiento hacia la industria agroalimentaria y una presencia cada vez más relevante de mano de obra extranjera, que es además muy superior al resto de la media comunitaria, con casi una cuarta parte del total de trabajadores.

El estudio de CEIGRAM resalta las debilidades que suponen para nuestra agricultura la dependencia de materias primas extra-comunitarias, especialmente en los fertilizantes y en los piensos.

Más allá de los aspectos socioeconómicos se destaca muy positivamente la disminución en el uso de antibióticos. Desde el 2010 hasta 2022 se ha contraído el uso de antibióticos antimicrobianos veterinarios en más de un 50%, mientras que el valor de la producción animal en términos corrientes se ha incrementado un 76%. La integración de cubiertas vegetales y la siembra directa supera los dos millones de hectáreas, multiplicándose por 8 desde el año 2012. Los cambios en las técnicas de riego han permitido un incremento de la superficie regable en un 15% en la última década sin consumir mucha más agua. Se ha aumentado la producción ecológica dentro de su papel de sector nicho, aunque relevante. Merece destacar la disminución drástica en el riesgo asociado al uso de fitosanitarios y su perfil toxicológico. Los esfuerzos de los agricultores han permitido disminuir el indicador de riesgo cerca de un 45% en diez años al mismo tiempo que aumentaba una cifra similar el valor de la producción de la rama agrícola, eso sí en valores corrientes.

El informe señala también un balance neto positivo del sector agroforestal en cuanto a emisiones y absorciones de CO2, pero hay que destacar que esto es debido casi exclusivamente a las reforestaciones producidas en nuestro país en los últimos años. Las emisiones vinculadas exclusivamente a la agricultura han sufrido un incremento por el crecimiento de las cabañas ganaderas. Si es positivo la reducción de las emisiones vinculadas a la utilización de fertilizantes y su menor utilización no parece haber impactado en la capacidad productiva y de generación de valor, lo que parece indicar una mayor eficiencia de uso.

También destaca la necesidad de mejora de la calidad de las masas de agua tanto superficiales y subterráneas que continúan en estado deficiente, la integración de energías renovables en el sector, y corregir la tendencia de la perdida de aves comunes en áreas agrícolas.

El suelo agrícola merece reflexión aparte, tanto por la falta de información fidedigna para evaluar su situación como por la constatación evidente de la magnitud de los problemas de erosión del suelo y de la pérdida de materia orgánica necesaria para mantener los servicios agronómicos eficientes del mismo.

Ya en el aspecto propiamente social, se hace eco de la irreversibilidad de las tendencias estructurales hacia el envejecimiento extremo de la población agraria (los titulares mayores de 65 años han subido diez puntos porcentuales en 10 años, alcanzando el 41% de las explotaciones) y su elevadísima masculinización. En la última década han disminuido un 6% el número de explotaciones y aumentado su tamaño medio en un 8%. Esta evolución no es lineal produciéndose una concentración en el extremo superior y el 6,2% de las explotaciones que son aquellas que tienen más de 100 hectáreas suponen ya el 57,8% de la superficie agraria útil. Las explotaciones con personas jurídicas suponen el 41% del valor de la producción.

El informe señala que en España el consumo de calorías y proteínas, en particular las de origen animal, supera los niveles recomendados por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). A pesar de mantenerse estables, las cifras de pérdidas y desperdicio de alimentos en España siguen siendo bajas en comparación con el conjunto de Europa.

En definitiva, el seguimiento de los indicadores muestra que quienes se dedican a la agricultura y la ganadería en nuestro país son capaces de conciliar las mayores exigencias medioambientales con el mantenimiento e incluso incremento de una capacidad productiva relevante, aprovechando en los mercados la excelencia alcanzada por nuestros productos. En este sentido, Cooperativas Agro-alimentarias de España trabaja en proyectos para la promoción de la gestión integrada de plagas como SUPPORT; de introducción de buenas prácticas de manejo del suelo, como SOILGUARD; de bioeconomía circular como TheRBN; de diversificación como CARINA; de adaptación como Watermelon; y de promoción de agricultura de carbono como CREDIBLE, entre otros.

Participamos en la presentación de la segunda edición del observatorio con un conjunto de indicadores que permiten estudiar la sostenibilidad del sector agroalimentario español en el contexto de la Unión Europea.